Un pequeño lujo gourmet para disfrutar en el momento y un pesto con personalidad propia, intenso y para guardar.
Para el pesto: 2 paquetitos de albahaca fresca (70 g / 2 ••• oz) 70 g / 2 ••• oz de queso parmesano o pecorino 50 g / 1 ••• oz de nueces, almendras o piñones 4 cdas. de aceite de oliva Sal
Para los tomates asados: 1 tomate/jitomate 1 cda. de aceite de oliva Pizcas de azúcar, sal y orégano
Para decorar: Hojas de albahaca y nueces
El pesto: lavar la albahaca y escurrirla sobre papel absorbente. Rallar o desmenuzar el queso. Pelar el diente de ajo, retirarle el germen interior y cortarlo en cuatro. Tostar las nueces un minuto en una sartén caliente, sin materia grasa y sin dejar de revolver; esto les dará un toque ahumado que hará especial al pesto. Colocar en la licuadora o procesador primero el aceite de oliva, y luego los demás ingredientes. Procesar unos segundos a potencia máxima. Apagar la máquina e integrar con cuchara de madera. Repetir la operación cuantas veces haga falta hasta que la elasticidad y uniformidad del pesto resulten insuperables.
El tomate: cortar en rodajas finas, condimentar con sal, azúcar y orégano y llevar a horno fuerte (220°C) 10 minutos en una bandeja aceitada. Armado: formar la torre intercalando rebanadas de pan tostado con capas de pesto y tomates asados, y terminar con las nueces y las hojas verdes. El pan se puede reemplazar, con óptimos resultados, por los muffins de la pág. 45. Otra opción es verter directamente este pesto sobre spaghetti o ravioli y, en cualquier caso, dejarse transportar a Italia por el aroma espectacular. El verdadero pesto genovés –ciudad que se atribuye su invención, aunque toda Italia, unánimemente, lo considera patrimonio gastronómico– es una emulsión ligera, de textura homogénea, gusto amable y color verde claro.
Rinde para 1 persona + 2 porciones de pesto para almacenar
Este pesto al parmesano se conserva 2 semanas en el refrigerador, en frasco de vidrio, con medio centímetro de aceite de oliva por encima y bien cerrado.